Esta es una historia en un pueblo muy particular, en donde podían correr, trabajar, aprender y soñar, pero lo que no hacían era hablar. Pasaban el día recolectando papeles, que usaban y volvían a utilizar, escribiendo con lapices y pinceles, sus pensamientos, comentarios, chismes de barrio y todo lo demás. Eran personas bien educadas y todas alfabetizadas pero no tenían boca para hablar. Comían con los dedos, si es que ustedes quieren saber, apoyándolos en los alimentos para sus nutrientes absorber. Quizas debían ser mas precavidos, los "sin bocas", porque no es sabroso todo lo que se toca. De ahi que siempre llevaban guantes saborizados de frutilla, menta y vainilla, desde los niños a hasta los ancianos. Cuentan que un día sus impuestos elevaron, así también los precios de los papeles y de los guantes saborizados, entonces los sin bocas pidiendo comprensión se movilizaron. Desde ese día y por cuatro años a los sin bocas les han prometido que si los impuestos pagaban,