Mi lluvia no es la lluvia que llueve en todas partes.

Mi lluvia no es la lluvia que cae en cualquier lugar. Mi lluvia es mi hoja en blanco en la que garabateo con agua en los renglones del cielo una carta que no escribiré sobre un papel, la que no mandaré por correspondencia, la que me pausará en cada respiro con una coma en forma de suspiro. Los puntos serán seguidos, al chocar las gotas contra el patio y se juntarán en párrafos de charcos para recordarme la tinta de recuerdo que desglosé en cada idea. Sin embargo, cada tanto me desvió en puntos suspendidos en forma de gotas sobre mi ventana, esperando de a ratos que respondas mirando desde donde estes, en este instante.

Mi lluvia no es la lluvia de relámpagos histéricos y estruendosos retos de otras tormentas del pasado. A veces se presta para los interrogantes sin respuesta o de los acertijos que renuevan las viejas ideas oxidadas. Es de licencia filósofa, discursea con elegancia distintos argumentos de mis estados de ánimo, pero jamás se hace la psicóloga, ya sabe que no quiero que me analice...sólo que dialogue con mis costados formales e informales.

Mi lluvia no es la lluvia silenciosa y continua con incesantes incertidumbres, sino perseverante que espera aun en la nubosidad el abrazo del sol que le diga que es bella, acertada y necesaria en ese cielo compartido. 

Mi lluvia no es la lluvia que llueve en todas partes, sino la que te abraza con mis palabras y siente ganas de tener tu abrazo, cuando llueve la que tiene forma de agua.

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