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Mostrando entradas de abril, 2018

Gotas de furia

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Ya es tarde. Va acabando el día- La noche es negra en su espesura. Hay nubes y olor a humedad. Quizás no llueva por una semana entera o quizás lo haga esta misma noche. Pero ya no me importa. Antes esperaba anticiparme a cada tormenta. Tres dolores me separaban de cada chubasco: el dedo gordo del pie derecho, el dedo gordo del pie izquierdo y una cicatriz en la misma pierna. Cuanto mas cerca el fenómeno meteorológico, más intenso el dolor. El criterio no era cuanta agua cae sino a cuanto del evento. Aunque hay veces que si, el mundo se cae abajo cuando ya no puedo caminar. Pero ya no me detengo a analizar mis predictores. ¿Para qué tener este don tan inservible? ¿De qué enorgullecerme cada vez que le acierto a una tormenta, si nadie me paga por anticiparme? En cambio, las tormentas que no puedo anticipar son las que inundan mis mejillas. Las que después de largas charlas hacen que duelan todos los huesos por la furia que ocasiona la despreocupación, la inmoralidad y la corrupción a

Puteada encendida, con diplomacia.

Ahí estaba Calelestis en su afán de encender un fósforo para combinarlo con la apertura de la perilla del gas. Demasiadas veces ´convierten a un novato en un completo experto en raspado de la caja y administrar los recursos junto con las maniobras de apoyar la caja y dejar salir el gas suficiente para encender el horno. Este no era el día de Caelestis. Veinte. Veinte los fósforos que se apagaron en una trayectoria de diez centímetros. Veinte acusaciones a la madera, a la humedad, a la ventisca que entraba por la puerta. Veinte suplicas que ascendían en cantidad de palabras y descendían en calidad académica. Veinte. Un extenso monólogo de diplomáticas blasfemias que ni Dios sabe que existen. ´´´´´´´´´´´´´´´´