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Mostrando entradas de mayo, 2019

El viajante enamorado

Ahi andaba yo, todo entusiasmado o lo que me quedaba de la experiencia, por detras de una señorita a una X distancia, hablandole de mi amor y de mis aventuras. Relatando con cautela lo ocurrido desde el punto lejos del mapa que he venido, a declararle mi amor en este pueblo alejado. Nadie puede imagiar el dolor que con elegancia he pasado, para envida del millenial y del desmotivado, desde mi pueblo casi sin ninguna parada con las nalgas en fuego, casi paspadas, cabalgando en esta montura, mal confeccionada. Del caballo no puedo reprochar nada se ha portado mejor que la 4x4 remendada, aunque ahora que lo pienso y con total sinceridad talvez hubo algo de variedad en el transporte; nomás me miró con sus ojitos dulzones y yo entré a desvariar, enseguida con seguridad me bajé para , a la par, acompañarlo y resulta que el equino con total convicción me sugiere con vehemente acción, que lo lleve a caballito. En eso pasaban unos peones que en vez de escopeta y perr

Vértigo al amor (2003)

Quisiera sacarte de este mundo y llevarte a vivir a mi universo, donde existen momentos alados donde el tiempo es converso. Quisiera sacarte los sufrimientos para que siempre sonrías y que tengas esos afloramientos de brillo de tus picardías. Suelo romper en pedazos el silencio por las lágrimas de tu ausencia y hoy empiezo a sentir el vacío ese que duele en la inconsciencia Hasta ayer estaba confundida no sabía si amarte o alejarme por todo el amor que solías prometer sin obstáculos darme. No renuncio a tu persona si tal vez a tu amor, sé que te amaría con locura y eso me produciría dolor. Cuando se entrega el corazón no hay razón que pueda entender que la vida tiene, a veces, mal sabor pero nunca hay que dejar de querer.. Pero vos y yo sabemos que todo ya esta escrito y que esto que vivimos es solo una línea del destino. Ahora me parece que sos el mejor que nadie te puede superar porque me hiciste sent

La puerta de hierro (2003)

Mucha sabiduría tenía la puerta que estaba en mi cocina capaz de cambiarte el destino a su gusto, hacía y deshacía. La sabia era de hierro y de blanco ella vestía no lloraba, ni reía, solamente ahí estaba. En el hueco que dejaba cuando un caminante la abría la acompañaba noche y día un ventilador avejentado. Y allí estaba el condenado ocupando el pasillo nadie lo podía correr porque enseguida enmudecía. Esto no era mucho problema si todo hubiera sido de otra manera, pero la mesa en que comíamos del otro lada nos miraba y se reía. Si uno quería pasar al señor había que esquivar, y de la señora cuidarse si no quería uno lastimarse. Era una noche acalorada cuando estaba en el embrollo, tenía una pierna de este lado y la otra asomando por el otro. Tenía en las manos una fuente que tambaleaba como loca, mientras que trataba de pasar por encima del que mal lo colocan.