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Mostrando entradas de febrero, 2019

Viajante sin destino (2000)

El otro día me encaminé a un lugar distinto que tenía muchas cosas iguales a todos los barrios.  Para llegar al lugar, seguí un mapa detalladamente dibujado con un camino que nunca alguien había seguido.  Ni siquiera el que hizo el mapa.  Y después de varios kilómetros recorridos en minutos a pie, entré en un pueblo que tenía un felpudo en la entrada que decía "Hasta pronto".  En una vereda eran las doce en punto del mediodía y en la otra plena medianoche del año anterior, todo confirmado por los vecinos que se gritan desde las ventanas "No sé en que año vive usted".  Quise hablar con algunos de ellos pero todos los timbres sonaban dentro con voces distintas que decían "no queremos nada". En busca de algo cultural, me acerqué a la biblioteca de la zona y descubrí que estaba vacía.... de libros, pero con mucha gente que quería leer.  En el suelo encontré la página de un libro con la historia del pueblo, la que transcribo a continuación "Este es un pu

El dia que encontré la forma de sacarme el olor a cebolla de las manos

Hoy era uno de esos días que parecía obtuso, con ánimos llanos sin demasiadas promesas de cambio. En especial, por ese olor a cebollas en mis manos, obtenido en la preparación de la cena anterior. "Hacete unas pechuguitas a la cerveza". Posiblemente una de mis especialidades.En casa adoran ese plato, sobretodo mojar el pancito en la salsa. Todo bonito, rico, vistoso... pero el olor a cebollas que te queda, te dura tres dias. Nadie lo entiende. "Ay que exagerada". No exagero, me encanta cocinar... pero todavía no encuentro la receta para sacarme el olor a ceb...ollas. Hoy era uno de esos días que trataba de no hablar moviendo las manos para que no se sintiera el aroma que impunemente se alojaba en los poros de mis manos, habiéndome lavado varias veces con distintos jabones. Pero al final de la tarde algo ocurrió y torció mi destino. Oscar, el perro de la calle que se ha robado mi corazón, me vio volviendo de mis trámites y me sugirió que lo acaricie. Y no iba a c

Cuento de provocación

Estaba ahí como quien no quiere la cosa, exhibiéndose vanidosa y arriesgada. Su presencia provocaba los nervios de al menos una persona que la miraba cómo se movía de un lugar a otro del recinto. Parecía que seguía una coreografía en círculos y en ochos; curiosa de todo pero también despreocupada. Tal vez no esperaba nada de lo que vendría. Fue en ese momento. El de mayor distracción para ella, cuando él sacó el insecticida y le dio un tiro certero.

Mi superpoder para prever tormentas

Va a llover. Me encantaría decir que lo vi en las noticias, pero lo siento en el sueño, en el cuerpo por fuera y por dentro, atravesandome dimensionalmente. Es como si aquella vez en donde un rayo partió un árbol cercano en un campamento, además de dejarme aturdida y temblando como una hoja, me hubiera dado el don de la sensibilidad tormentosa. Es cuando en el reparto de superpoderes para ser héroe te tomen el pelo"¿de verdad? Storm puede fabricar un día nublado y a mi me das una habilidad tortuosa de prevenir por horas la intensidad de una tormenta dependiendo de la tensión muscular, la interrupción de rem y el dolor de juanete". Yo sería el personaje que tendría todos los gags en una parodia de aventuras y acción, y lo que es peor Thor no me podría besar porque me dolería el juanete hasta desfallecer. Así es el universo.

Insomnio

De la noche, el silencio, tan profundo, homogéneo y suave. Liso matizado de oscuridad. Permeable, atropellado de imágenes surrealistas. Y yo pidiendo a mi mente que no olvide lo inexistente. El tiempo pasa pero no se mide. Oscuridad y silencio. Profundidad inevitable. Fondo de mi luz, que encuentro. Voy tejiendo con imágenes el candombe de ovejas que se menean y yo deseando que salten. Oscuridad, mítico ingrediente del sueño. Que si te quedas despierto te invitará a deambular en los palacios de Morfeo. Y sin embargo, no. Cuatro horas mirando el fondo oscuro del silencio homogéneo. Cuatro horas, hasta que miré fijo la luz dicroica de bolsillo, encendida. Un minuto y me dormí.

Abrazo

Adeudando sueño de tres noches caminé por la vereda comercial. Durante el día el pago onírico se realizaba en cuotas que no eran cómodas y no duraban más de quince minutos. Nada podía engañar ese cerebro que amasaba un dolor del lado derecho. El sol recalcitrante y la humedad que levantaba vapores nauseabundos de una tormenta prometida para las 8 de la noche, cerró mí estómago. En tres días había comido un plato de fideos, tres manzanas, tres bananas y una bolsa de tostadas de arroz con queso de untar. Cerca de las cinco de la tarde me puse en cuclillas en la vereda. La baja presión, el calor, el cansancio, el dolor de cabeza y las emociones que se amplificaban desproporcionadamente me tenían aturdida. Nadie hizo nada. Pero algo pasó. Recibí el mejor abrazo del mundo. Sorpresivo. Suave. Cálido. Con ganas de quedarse indefinidamente. Solo su cabeza en mí hombro derecho y su pata en mí hombro izquierdo. Interminable momento entre aquel caniche y yo.