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La luna oscura

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Dia 358: Hoy inicio mi última semana de trabajo. En principio sólo era una actividad de prueba. Una colaboración con la entidad que serviría para seleccionar a los mejores para cargos varios. Pero, luego, como una extraña pesadilla todos terminamos en el mismo puesto. Este lugar de tareas se multiplica por miles y nadie lo sabe. Escondidos de los ojos de una gran mayoría, bajo conspiraciones contradictorias y confusas. Ninguna es cierta. Y todas verdaderas. Hoy me dijeron que me restan 7 días. Y todavía no sé si hablan del trabajo o de mi vida. Pero claramente si vuelvo con vida , será de mi memoria. Estoy en un lugar que todos soñamos alguna vez. Los miles de sueños que cada noche se alumbran. Los miles de poemas que en delirio se pronuncian. Y no es el paraíso. No lo fue para el primer hombre. No es para los que me rodean. No es para este ser humano que escribe en la penumbra , asustado y a la vez con coraje. Ahí afuera hay una sonda. Cada semana una es enviada para recolec

Gotas de furia

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Ya es tarde. Va acabando el día- La noche es negra en su espesura. Hay nubes y olor a humedad. Quizás no llueva por una semana entera o quizás lo haga esta misma noche. Pero ya no me importa. Antes esperaba anticiparme a cada tormenta. Tres dolores me separaban de cada chubasco: el dedo gordo del pie derecho, el dedo gordo del pie izquierdo y una cicatriz en la misma pierna. Cuanto mas cerca el fenómeno meteorológico, más intenso el dolor. El criterio no era cuanta agua cae sino a cuanto del evento. Aunque hay veces que si, el mundo se cae abajo cuando ya no puedo caminar. Pero ya no me detengo a analizar mis predictores. ¿Para qué tener este don tan inservible? ¿De qué enorgullecerme cada vez que le acierto a una tormenta, si nadie me paga por anticiparme? En cambio, las tormentas que no puedo anticipar son las que inundan mis mejillas. Las que después de largas charlas hacen que duelan todos los huesos por la furia que ocasiona la despreocupación, la inmoralidad y la corrupción a

Puteada encendida, con diplomacia.

Ahí estaba Calelestis en su afán de encender un fósforo para combinarlo con la apertura de la perilla del gas. Demasiadas veces ´convierten a un novato en un completo experto en raspado de la caja y administrar los recursos junto con las maniobras de apoyar la caja y dejar salir el gas suficiente para encender el horno. Este no era el día de Caelestis. Veinte. Veinte los fósforos que se apagaron en una trayectoria de diez centímetros. Veinte acusaciones a la madera, a la humedad, a la ventisca que entraba por la puerta. Veinte suplicas que ascendían en cantidad de palabras y descendían en calidad académica. Veinte. Un extenso monólogo de diplomáticas blasfemias que ni Dios sabe que existen. ´´´´´´´´´´´´´´´´