El angel labrador.

Tarde de otoño, de esas que  a las cinco y media es de dia, y a las seis ya es de noche. Ese momento en que te aferras fuerte a la mochila que cuelga de tu hombro y encaras la calle oscura, rezando para que el universo te cuide hasta llegar a tu casa.

A esa hora Caelestis elegió ir al médico a pie. Diecisiete cuadras de veredas ciclotimicas y por momentos hostiles. Las luces desgastadas solo muestran el reflejo de la humedad de la tierra y el pasto. La calle tiene el tinte anaranjado marcando la penumbra indeseada. La ansiedad por la sensación de inseguridad le cala cada espacio en la mente. Esta con su propia soledad tanteando con paso firme el camino de barro y de cascotes sueltos. Y pasa lo que puede pasar luego de una jornada de lluvia. Pisa mal, resbala y se cae. 

No duele tanto el golpe, pero molesta haber aterrizado en medio del barro. Esa versión de agua y tierra en la que nadie le gusta caer involuntariamente. Despues de unos segundos, se sentia el  frio, la suciedad. Tenia barro en las manos. Una puteada resono a traves de sus cuerdas vocales. Se levantó, se sacudió el barro lo mejor que pudo y cargó la mochila  increiblemente limpia salvada a conciencia para que no se arruine. Y luego de dos segundos un escalofrío le congela las venas, un susto de la hostia casi la deja sin aliento.  

Algo se apoyo en su mochila, ejerciendo presión para abajo. La experiencia le decia que  encarara la situación o dejara caer la mochila y que se la llevaran.

CAELESTIS: Ok, flaco, voy a sacarme la mochila despacio. En serio ya me pasó esto antes. No es que sea un lujo que me afanen pero vamos a hacer las cosas tranqui.

Caelestis vuelve a sentir el tirón y esta vez hacia atras y abajo. 

CAELESTIS: Si nos movemos despacio esto no va a lastimar a nadie. Especialmente a mi... que es la parte que mas me preocupa. Dejame sacarmela , yo no miro, vos te la llevas. Y no te preocupes se las reglas: esto no existio, yo nunca sali con mochila, no te conozco, jamas pise esta esquina, no me acuerdo que paso, no hablo con nadie. 

Y deja caer la mochila. Mientras se tapa los ojos y piensa en la sopa caliente que se va a tomar cuando llegue a casa.

No se sabe porqué pero el frío se siente mas cuando los nervios te consumen. La cosa es que pasado un minuto larguisimo, algo le toca la rodilla. Caelestis mira hacia abajo y ve un cachorro de labrador. El labrador la mira y camina hacia atras de Caelestis. Ella lo sigue con la mirada y a dos metros estan su mochila y el cachorro.

CAELESTIS: Fuiste vos???

El perro movia la cola y señalaba la mochila con su hocico.

Caelestis se arrodilló y abrazó al perro embarrado. Los dos estaban chochos. Una porque comprendió la travesura del cachorro y el otro, quien sabe, estaba chocho de antes.

La cuestión es que ambos se cuidaron las patas y las espaldas durante las siguientes quince cuadras. Una entró en su casa y el otro se fue por su lado.

Es maravilloso encontrar esos angeles en la calle.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La psicologia segun Garfield.

El pollo astrofísico

Cuando el Cielo se lleva angeles.