Imágenes entrelíneas
La lectura era amena. El nuevo libro prometía en su primer página una historia de amor no correspondido de una joven aficionada a la filosofía. Los renglones surcaban geométricamente con una tipografía serif los recovecos de una mente inquieta que leía cada segmento devorando cada palabra. Al cabo de una hora y media había promediado las 52 páginas. Sus ojos se agitaban en latigazos de un lado a otro de la hoja y por momentos debía volver a leer. Se perdía en una imagen paralela que se volaba de a ratos. Cómo dos mundos inmateriales que se superponían, la historia de la novela se rodaba en una parte de su mente y en otra parte ella no estaba leyendo en su habitación. Cada tanto sentía que la golpeaba el sueño. Ella ya no se sentía dentro de sus frías cuatro paredes , sino en una tarde de sol leyendo en voz alta y con tono pausado a un otro que cebaba mates y escuchaba atento . No era crudo invierno urbano y real , sino una primavera veraniega con aroma a hierbas y el sonido de una piz